Hoy queremos hablaros sobre los aditivos alimentarios, ya que actualmente existen muchos mitos y creencias alrededor. Como es habitual la mayoría son falsos y suelen confundir al consumidor.
Los aditivos alimentarios se definen como aquellas substancias que, sin ser un alimento ni un ingrediente básico en los alimentos, se añade intencionadamente a lo largo del proceso de producción, con el fin de mejorar algunos de sus aspectos como su conservación, color o sabor, entre otros.
Su uso no es nada nuevo. Egipcios y romanos empleaban habitualmente salmuera, especias y algunos otros colorantes para mejorar la conservación y potenciar las características organolépticas de algunos de sus platos. En la actualidad su uso se ha generalizado de forma espectacular, y en este incremento todos tenemos parte de culpa. Por ejemplo, las sociedades de consumo demandan que determinados alimentos estén disponibles durante todo el año, por lo que son necesarios más conservantes para alargar su fecha límite de consumo. En muchos casos, se prefieren alimentos con una determinada textura, color e incluso olor o, también, que se preparen con más rapidez de lo habitual. Todo ello, no sería posible sin el uso de aditivos alimentarios.
dela presencia de estos aditivos en los alimentos no está exento de intensas polémicas. Si bien se ha relacionado su consumo con determinados problemas de salud, como reacciones alérgicas, en el ámbito de la Unión Europea su regulación sigue un estricto proceso de control que debe asegurar su seguridad para el consumo humano.
En el etiquetado de los alimentos, los aditivos se deben identificar por la letra E seguida del código del aditivo (por ejemplo, E 300 es el código del ácido ascórbico). Este código indica el aval de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) para la utilización habitual de este aditivo sin ningún riesgo para la salud. No obstante, de igual forma que a cualquier otro componente de los alimentos existe un reducido número de personas que podrían ser sensibles a algunos de ellos. Parece ser que en estos casos el aditivo puede agravar una alteración ya existente, pero que no serían la causa inicial del problema. Es preciso conocer los códigos que identifican a cada aditivo (números E) y evitar su consumo en todas aquellas personas que crean ser sensibles a alguno de ellos.
En definitiva, es necesario conocer que el uso de los aditivos alimentarios ayuda a mejorar la conservación de los alimentos, por lo que contribuyen a aumentar la seguridad de ese producto. En otros muchos casos los aditivos alimentarios solamente tienen una finalidad organoléptica, modificando la textura, color o aroma del alimento. En cualquiera de los casos, su uso en los alimentos está regulado y controlado para evitar que den lugar a problemas de salud en los consumidores.
Aun así, recordar que la mejor manera de llevar a cabo una alimentación buena, sana y sostenible siempre será aquella que basada en alimentos frescos, de proximidad y de temporada.